miércoles, 12 de septiembre de 2007

La experiencia de Dios y su transparencia en el mundo

No podemos afirmar que la experiencia de Dios como tal sea la misma en todos los seres humanos que voluntariamente desean entrar en relación con Él. La experiencia de Dios es particular para cada persona pero tiene un elemento de coincidencia: el deseo de indagar por un Ser caracterizado como totalmente otro e incomprensible (Dios-Trascendente) en el cual el individuo corrobora, por contraste, su condición constitutiva de ser limitado y finito, cayendo así en la cuenta de que su configuración existencial no se encuentra en sí mismo. Lo anterior es de significativa importancia porque así se puede diferenciar entre una experiencia Dios y una experiencia de cualquier personificación e imagen de deidad[1].

Esta experiencia se caracteriza por una total donación o confianza –fe-. Ésta misma fe motiva la comprensión -racionalización de la fe- de aquello en lo cual se ha depositado tanta confianza. Aunque el interés por indagar sobre esta realidad es del individuo que la experimenta en su propia historicidad, la decisión última de comunicar ese misterio es de Dios mismo, es un don. Es Él mismo que sale al encuentro. Por tanto, si es un encuentro que Él mismo posibilita, el hombre está en toda libertad de acoger o rechazar dicha gracia[2].


Es conveniente mantener una tensión entre la trascendencia y la inmanencia. El riesgo de que el hombre se confunda fundiendose en una pura divinidad y su capacidad de trascendencia se disipe, es permanente. Esta trascendencia está referida al sujeto como tal, a su inmanencia y a la de su entorno –el mundo-[3].

Para que Dios tenga la importancia que se merece en la existencia del hombre, merece tener unas condiciones soteriológicas. Esto conlleva a pensar que la relación del hombre con Dios es de total proximidad, de alguna manera su condición es también de inmanencia en el mundo. Ahora, si hay prioridad por la inmanencia de Dios, se perdería la característica trascendente de Dios –no hay experiencia de Dios, no hay salvación- . De esta manera la experiencia se configura en un vínculo de transformación con lo trascendente. Este sería el carácter soteriológico que media la relación de Dios con el hombre. La experiencia de Dios se determina en la constatación de su trascendencia e inmanencia simultáneamente, es decir, en la transparencia de Dios en el mundo y por ende, en el hombre. Dios no es sólo trascendente, ni sólo inmanente. Es también transparenten.[4]


Hasta aquí podría pensarse que la experiencia religiosa se da de forma vertical. Pero el antiguo y el nuevo testamento muestran la revelación de un Dios que interviene en la historia humana. El Dios de que habla la Biblia es el Dios que irrumpe dentro de la historia[5]. A Dios no se le determina ni se le abarca en su totalidad, ni se le puede ver. Pero se ha revelado y de manera definitiva en Cristo Jesús, el cual es su imagen. A la luz de esta lectura de Dios como revelación en la historia, es fácil comprender los antiguos textos de la fe, escritos por aquel pueblo que intentó siempre descubrir a Dios escondido bajo todos los acontecimientos que vivía. Sólo así la vida y la historia se tornan transparentes[6].Con estas afirmaciones surge una pregunta: ¿Cómo puede ser Dios Objeto de conocimiento?


Es en las experiencias sensibles donde se puede captar la majestuosidad de Dios indirectamente. A Dios no se le ve directamente, lo que se ve son sus representaciones, lo captamos a través de los fenómenos perceptibles a nuestro sentidos. Dios es el trascendente y al mismo tiempo lo más profundo e intimo del ser humano y todo lo existente. Desde Rahner, se responde que se trata de una pregunta más trascendental y no tanto categorial –segunda parte del trabajo-.

La experiencia puede presentarse a veces oscura e indirecta, pero esto no quiere decir que no se pueda confiar en ella. No podría ser diferente, si se tiene en cuenta que se parte de la libertad del hombre en el encuentro con la libertad infinita de Dios.


Desde las ciencias exactas y sus métodos empírico-positivistas, la existencia de Dios y la fe que lo recibe son realidades que se enmarcan en otro estadio del saber y de la experiencia humana[7]. La fe esta en otra dimensión totalmente diferente: hace parte del ambiente de la libertad y la gracia. Para Feuerbach, el conocimiento de Dios sería una autoproyección del hombre para mitigar las necesidades más básicas de su existencia. En el ejercicio del conocimiento y de la libertad en el amor, el hombre se está autotrascendiendo continuamente e interactuando con los demás hombres que lo ayudan a descentrarse[8]. El hombre es un ser que existe vuelto hacia fuera, en diálogo o en comunión con el otro o con el mundo[9].


Cuando Dios se revela, es posible constatar esta revelación a través de la iluminación que se derrama sobre el misterio del hombre y su contexto. Este acto revelatorio no agota el Misterio de Dios –Dios no es totalmente cognoscible- todo lo contrario, lo comunica como misterio de salvación. Para dar a conocer la experiencia de Dios, no hay más que las convenciones comunicativas de lo humano, pues es en este donde acontece[10]. Después del silencio, la vía de comunicación de la experiencia de Dios es la analogía[11]. Pero esta analogía no puede contentarse sólo con la afirmación de lo semejante, ya que no se comunicaría la trascendencia de Dios. Debe comunicar aquello que no es perceptible a los sentidos.


Para terminar, algunas ideas cortas que ayuden a la síntesis de este ejercicio discursivo:


-La verdadera experiencia de Dios es la experiencia del invisible, del trascendente, del totalmente otro y no de una simple deidad.


-Para que Dios cobre sentido en la vida de cualquier ser humano, tiene que haber una relación soteriológica, esto quiere decir que Dios esta próximo, es decir, Dios está en el mundo.


-Si la aproximación a Dios (inmanencia), no se comprende adecuadamente –exclusividad de la inmanencia- puede haber una actitud negativa en la experiencia humana, que produciría la ausencia de trascendencia.


-Con lo anterior, lo que se denomina experiencia de Dios se traduce en una fuerte tensión entre trascendencia e inmanencia. Tensión que se resuelve con la noción de Transparencia, es decir en palabras de Boff: "la presencia de la trascendencia en la inmanencia".



[1] Cfr. BOFF, Leonardo. Testigos de Dios en el corazón del mundo. Capítulo II. Madrid Publicaciones Claretianas p. 30 y 52

[2] Cfr. BRAVO, Carlos. El marco antropológico de la fe. 3ª edición Bogotá. p. 40

[3] Cfr. BOFF, Leonardo. Testigos de Dios en el corazón del mundo. Capítulo II. Madrid Publicaciones Claretianas. p. 65

[4] Ibíd. p.55

[5] Ibíd. p.57

[6] Ibíd.

[7] Cfr. Ibíd.

[8] Cfr. BRAVO, Carlos. El marco antropológico de la fe. 3ª edición Bogotá, 1993 p. 39 -40

[9] BOFF, Leonardo.Testigos de Dios en el corazón del mundo.Capítulo II.Madrid Publicaciones Claretianas. Capítulo II. p60

[10] Cfr. Ibíd. p 58-59

[11] Cfr. Ibíd.. p 65



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